ABDIAS DO NASCIMENTO, EL ORICHA QUE INCORPORÓ AL NEGRO BRASILERO

Abdías fue el líder negro más importante del Brasil en el siglo XX e inicios del XXI. Fue gran amigo de Manuel Zapata Olivella y lo acompañó, encabezando una delegación de su país, en el Primer Congreso Negro de las Américas llevado a cabo en Cali en 1978. Falleció a los 97 años, el 24 de mayo pasado en Rio de Janeiro y fue enterrado con todos los honores por el gobierno brasilero. Publicamos apartes de su discurso al recibir el Doctorado Honoris Causa por la Universidad Federal de Bahía.

Traducción: Jenny Alzate

Estudiante de Licenciatura en Literatura

Recibo un título de doctor de la misma academia que hace décadas vengo cuestionando y contestando por su postura de marginalizar, humillar, despreciar y discriminar al pueblo afrodescendiente. Vuelvo y reitero: continúo cuestionando y contestando a la academia brasilera.

Sé que la postura de esa academia no mudó de forma significativa, pues el negro continúa marginalizado y discriminado en la estructura de la educación de este país desde la enseñanza básica y sobre todo en el nivel superior. Mi presencia aquí representa el deseo de la colectividad afro-brasilera de que esta universidad, la más antigua del Brasil, dé el ejemplo de forjar un camino de verdadera inclusión del pueblo de ascendencia africana en nuestra academia.

No estoy hablando apenas de la admisión de alumnos negros, ahora, este sería un aspecto necesario en todo el país. Hablo sobre todo de lo que ellos y los otros alumnos van a aprender. El conocimiento formal y científico siempre discurrió sobre nosotros retratando los pueblos africanos y sus descendientes como esclavos natos, objetos de investigación científica, ratones de laboratorio. Aquí mismo en la facultad de Medicina de esta universidad, bajo la égida de Nina Rodriguez, papá de las tesis lombrosianas en el Brasil, se midieron nuestros cráneos para calcular el índice cefálico; se dimensionó la largura de nuestra nariz como prueba cabal de nuestro supuesto estado patológico congénito: se negó nuestro arte en cuanto producción creativa tachándola de representación deformada de una mentalidad primitiva y enferma. La psiquiatría de Nina Rodríguez, desarrollada en esta institución, juzgaba nuestra religión como una manifestación de patología mental. La facultad creó y ostentó, durante muchos años, una de las más monstruosas piezas de la didáctica racista conocidas en el Brasil: la exposición de objetos sagrados de nuestro culto junto a armas usadas en homicidios y otros instrumentos de crímenes, al lado de las cabezas de cangaceiros degollados y de fetos defectuosos, los llamados “monstruos de la degeneración” de las teorías eugenistas.

Las piezas sagradas, muchas confiscadas por la policía, simbolizaban uno de los más caros proyectos de Nina Rodriguez: el control psiquiátrico de la religiosidad afro-brasilera. La exposición, transferida a la Secretaría de Seguridad Pública, quedó allí intacta hasta el año pasado como testimonio mudo del implícito endoso de las autoridades científicas de las lecciones contenidas en su configuración.Es preciso girar el conocimiento eurocentrista de cabeza para abajo, sacudirlo hasta remover la basura, y construir en el vacío una nueva epistemología. Incorporarle la experiencia y el saber de los pueblos afrodescendientes en sus variadas dimensiones, vistos desde su óptica y expresados en su propia voz, posibilitando la reconstrucción de la civilización y de la soberanía de nuestros antepasados en el continente y el redimensionamiento de las culturas e historias de lucha forjadas por nosotros, sus descendientes, en la diáspora.Para eso, no vale fingir olvidarse del legado racista o hacer de cuenta que él perdió su influencia.

Es preciso examinarlo, identificarlo en sus nuevas sutilezas y, sobre todo, desvelarlo en el silencio que refuerza la inclusión discriminatoria. Silencio consignado en la mudez de la que las piezas sagradas exhibidas hoy sin cualquier identificación o indicación de origen en el salón Estàcio de Lima del Museo de la Ciudad. Silencio ensordecedor cuando se trata del racismo en el salón de clase y en el currículo de nuestras escuelas.La misma ciencia que creó ese legado racista se empeñó en la tarea de apagar, olvidar y ocultar la historia y la producción intelectual de los pueblos africanos. El pensamiento Africano no hace parte de la cultura universitaria de nuestro país, porque en su concepto no figura como lugar de producción del conocimiento. Se trata tal vez del mayor embuste perpetrado por el eurocentrismo.

Observadores y estudiosos de criterio como Basil Davidson, Martin Bernal, Jean Ziegler, Janheinz Jahn, Walter Rodney, Chancellor Williams, Rober Farris Thompson y otros, vienen demostrando el largo proceso de desenvolvimiento intelectual, tecnológico, político, económico, artístico, espiritual y cultural de África, consignado también el trabajo del gran científico senegalés Théophile Obenga y de investigadores como Ivan Van Sertima, Waine Chandler, Runoko Rashidi y tantos otros. Los mayores sabios de la antigua Grecia tuvieron que prestar tributo a Egipto, donde muchos de ellos estudiaron, como es el caso de Pitágoras, Euclides y tantos otros. Heródoto, llamado Padre de la Historia, registró sin rodeos la identidad de los egipcios, al describirlos como “negros de cabellos lanudos”. Mas la historia eurocentrista apagó, y la educación brasilera ignora cuatro milenios de desarrollo africano en Egipto, como si el conocimiento humano hubiese brotado pronto y acabado de un repentino milagro griego. Igualmente ignoradas son otras civilizaciones africanas como Axum y Moroe, los imperios Gana, Mali, Monomotapa y Shongai. En fin, los numerosos y brillantes estados y culturas que se desenvolvieron de norte a sur del Continente Africano.Semejante proceso se aplica a la Historia del Brasil y la diáspora africana. Distorsionan la imagen de los africanos y afrodescendientes, transformándonos en seres ignorantes y pasivos que habrían aceptado de buen grado la esclavización a la que fuimos sometidos. Apenas en las últimas décadas de este siglo, a insistencia del Movimiento Negro se viene propiciando una revisión de tal imagen al mostrar que los africanos se levantaron en revueltas, insurrecciones y resistencia cimarrona en todo el territorio de las Américas y durante toda su historia.

Este factor ganó mayor reconocimiento simbólico con la inscripción en 1997, por iniciativa de la senadora Benedita da Silva, del nombre de Zumbi dos Palmares en el panteón de los Héroes de la Patria, en la plaza de los Tres Poderes en Brasilia, donde pasó a figurar al lado de Tiradentes.

Uno de los dos eventos más relevantes de la lucha por la justicia y la libertad en el Brasil, ocurrido aquí en Bahía, continúa relegado a la penumbra de la historia nacional: La Conjuración Bahiana como Revuelta de los Sastres. Eminentemente popular, protagonizada por modestos artesanos al lado de negros y mulatos forros y conocida también como Revuelta de los Búzios, referenciaba a la concha africana que era su signo. Defendía un programa bien más avanzado y consistente que el de la Conspiración Minera de Tiradentes, conducida por burgueses, literatos y sacerdotes blancos sin gran compromiso con las verdaderas necesidades y aspiraciones populares. Antes de querer instituir un gobierno democrático para el Brasil, los revoltosos de los Buzios pretendían abolir el cautiverio y la discriminación racial, instituir la libertad religiosa y dividir entre la población “todo lo que hubiese en la capital”. Sobre ellos se vino una represión dura, cruel y racista. Murió colgado apenas

un “confidente” minero en cuanto sangraron cuatro revolucionarios bahianos, todos negros. Los gobernantes precisaron evitar que llegase a las masas desposeídas de otros rincones del país el ejemplo de esa revuelta, mucho más peligrosa que la conspiración de los padres y poetas.

Más que sofocar la Conjuración de 1798 no bastó para apagar el espíritu de libertad en Bahía. Luego comenzaron las revueltas, una después de la otra, entre 1807 y 1835, a pesar de ser duramente reprimidas. Lecciones de dignidad como esas tienen sus correlatos no sólo en Palmares, más en cada pedazo de suelo que el africano pisó en el Brasil y en la diáspora africana de las Américas. Para ayudar a rescatar esa verdad, presenté en octubre de 1997 el Proyecto de Ley del Senado No. 234, que propone inscribir en el Libro de los Héroes de la Patria, al lado de Tiradentes y de Zumbi dos Palmares, los nombres de João de Deus Nascimento, Manuel Faustino dos Santos Lira, Luis Gonzaga das Virgens e Lucas Dantas Torres, líderes de la Conjuración Baiana de 1978, cuyo legado libertario podemos conmemorar en el día 13 de agosto próximo. Esos héroes y esas luchas se insertan en el contexto internacional de la tradición de lucha pan-africanista, cuya historia urge rescatar desde los tiempos de Zumbi en el Brasil y Rainha N´Zinga en Angola hasta sus desdoblamientos más recientes en los procesos de derrota del colonialismo en África y de la lucha contra el racismo en la diáspora. El fenómeno Quilombola (cimarrón) tiene una dimensión muy especial en esa trayectoria. Tanto en el Brasil como en el Caribe y en todas las Américas, dónde existe en la forma de cumbes, palenques, cimarrones y sociedades marrones, quilombo no es sólo un reducto de esclavos huidos, sino resistencia contra la sistemática violación de la dignidad de la persona humana, es también la construcción de la vida en libertad. Organizados política y económicamente, los quilombos y sus pares en otros países producían económicamente, se organizaban políticamente, se defendían y enfrentaban enormes desafíos, construyendo diariamente su vida en libertad, eso es, su ciudadanía. Con base en esa construcción histórica, lancé en 1980 la tesis del quilombismo, buscando en las raíces de nuestra experiencia histórica un modelo para orientar nuestra situación política. Se trata de una propuesta no apenas para los pueblos afrodescendientes en la diáspora como para la Nación Brasilera. El quilombismo deseaba la construcción de un estado volcado para la convivencia igualitaria de todos los componentes de la población, preservándose y respetándose la pluralidad de identidades y matrices culturales. La construcción de la verdadera democracia, en los moldes del quilombismo, pasa obligatoriamente por la efectiva implantación de políticas compensatorias y de acción afirmativa para posibilitar la construcción de una ciudadanía plena para todos los grupos discriminados. El quilombismo hace parte de una tradición de pensamiento largamente ignorado en el Brasil y que urge conocer: la del pan-africanismo, que tiene su inicio en los primordios de la lucha quilombola y que inauguró el siglo veinte como una articulación teórica y política profundamente vinculada a la meta de liberar a África del yugo colonial. La esencia del pan-africanismo consiste en el reconocimiento de la experiencia común de ese yugo colonialista que se extiende, travestido de formas diversas de dominación racista, a los descendientes de África en toda la diáspora. Entre los primeros fundadores de la fase articulada del pan-africanismo se destacan W.E.B. Dubois, uno de los mayores intelectuales del siglo, y Marcus Garvey, un gigante de la movilización

colectiva, que encabezó el movimiento pan-africanista de mayor penetración popular. La Négritude, articulada por poetas e intelectuales de expresión francesa como Aimé Césaire, León Damas, Alioune Diop y Léopoldo Sedar Senghor, expresó otra dimensión de movilización antirracista y anticolonialista. Futuros estadistas africanos como Kwane Nkrumah, Julius Nyerere y Jomo Kenyatta, y pensadores como Frantz Fanon, Albert Memmi, George Padmore, C.L. R. James. Eusi Kwayana, Walter Rodney, son apenas algunos ejemplos entre los constructores del legado panafricano.

Hoy, uno de los grandes temas de la reflexión panafricanista es el de las reparaciones de los pueblos afrodescendientes no apenas por los daños físicos y económicos sufridos en el bombeo del proceso esclavista, como también por el proceso de degradación moral, colectiva que representa el racismo y la discriminación. Los países africanos reclaman daños en la forma de perdón de la división externa y revisión de las exigencias de ajustes estructurales por los organismos internacionales financieros como el FMI y el Banco Mundial, en los países de la diáspora, apoyándose en las indemnizaciones provenientes de la esclavitud perpetrada durante el periodo del holocausto en Europa, reivindicándose reparaciones por el proceso esclavista, en la forma de profundos programas serios de acciones sociales o en la forma de políticas públicas compensatorias o de acción afirmativa en beneficio de la colectividad de origen africano (…)

 

 

Fonte: Lista Racial

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