La historia oculta y olvidada de los negros en la Argentina

Fonte: Fundação Cultural Palmares –


Fiebre Negra es un ajuste de cuentas de la literatura argentina con sus raíces africanas. Es tercero romance del porteño Miguel Rosenzvit, este libro presenta un Buenos Aires que la historia oficial trató con desatención. Está ambientado en el siglo XIX, cuando la capital – conocida por ser la más “europea” de América Latina – llegó a tener el 30 por ciento de población negra; “tres de cada diez habitantes eran negros”, señala el autor.

En la entrevista con el Observatorio Afro-Latino, el escritor y poeta habla sobre el romance, publicado recientemente por la Editorial Planeta, que cuenta la historia de amor entre un afro-argentino y una joven blanca, que nacen casi al mismo tiempo y crecen juntos. Además de esto, el autor cuenta como fue la esclavitud en su país, como vive hoy la población afro-descendiente y opina sobre la contribución africana a la cultura argentina.

– ¿Qué lo llevó a escoger una historia de amor imposible entre un hijo de esclavo e una chica blanca, en el siglo 19, para hablar de la extinción de la comunidad afroargentina?

-Si se quiere indagar, aun desde la ficción, el destino de la comunidad afroargentina, es necesario remontarse al siglo XIX, porque fue entonces cuando su suerte fue sellada con firme determinación desde los más altos círculos de poder político, militar, eclesiástico y periodístico del país. Y esto perpetrado con clara publicidad, sin pudores o escrúpulos que morigeraran la virulencia del racismo en el discurso o en las acciones. En el discurso, desde el presidente Sarmiento o el general Mitre hasta un cronista raso del diario La República pasando por los influyentes Alberdi o Mansilla expresaban la necesidad de construir una Argentina blanca y europea y hablaban sin tapujos del “problema” negro, de su inferioridad racial, de su “proclividad” al robo, al juego y a la estafa cuando no se lo asociaba directamente al negro con el mono y a la negra con la prostituta. Y desde la acción, el gobierno dictaba leyes que diferenciaban derechos, obligaciones y castigos para el negro o facilitaba la entrega de tierras a colonos agrícultores de Europa y se las negaba a los de EEUU por ser estos últimos negros.

En cuanto a la historia de amor, bueno, la historia de Joaquín, hijo liberto de madre esclava, y de Valeria, hija blanca de los amos, es la historia de un vínculo muy habitual en aquella época en Buenos Aires, en la que tres de cada diez habitantes era negro. Ellos nacen el mismo día, y desde esa misma tarde compartirán la teta de la negra Angelita, y chocarán sus diminutas cabezas tallando su más temprana subjetividad. La relación entre ellos, desde entonces, estará signada por la alternancia del rechazo y la atracción, tal cual fue signada la relación entre la sociedad europeizante y la población negra. Porque a pesar de tanta prohibición, de tanto exterminio y marginación, la comunidad afroargentina lograba insertarse con relativo éxito en la sociedad. Porque eran trabajadores habilidosos, artistas destacados, excelentes soldados, y entonces eran requeridos, valorados, exigidos y deseados por la sociedad.

– ¿Dónde viene su interés por la historia de los negros de su país?

-Los escritores solemos tener atracción por lo no contado, por lo no dicho. Solemos tener la tentación de arrancar la etiqueta que da a un asunto por archivado y que en su misma formulación, fracasa semánticamente. Por ejemplo: “la esclavitud en Argentina fue benévola” o “los negros no soportaban el clima”. Pero, ¿cómo? ¿la esclavitud puede ser benévola? ¿El clima? ¿Cómo hacen los negros de Nueva York, de París, de Montevideo? En la Argentina hubo un 30 por ciento de población negra. Era más plausible esta hipótesis: fue masacrada. Y para situarse en la época, para transitar el detalle, la cotidianeidad de esos años, el día a día en el mercado, en las calles, en las escuelas, en el ejército lo mejor era echar a rodar una historia íntima, privada, compleja, con una sola premisa: Buenos Aires estaba llena de negros.

– ¿Por qué la presencia de una antropóloga del siglo XXI? ¿La personaje seria un elemento de conexión con el autor mismo?

-No creo. Era necesario que existiera un personaje que tuviera una motivación personal que lo llevara a indagar desde la exploración de su propia historia. Si Diana, la antropóloga, hereda la casa, es porque sus ancestros vivieron ahí. Y ella, aun siendo antropóloga (y refleja bien la realidad de la universidad en ese sentido), no tiene idea de cómo empezar a responder las preguntas escritas en las paredes de su casa: ¿Por qué está vacía desde 1871? ¿Por qué hay un cuartito al fondo? ¿Esclavos en mi casa? ¿Cuántos? ¿Por qué hay dos cadáveres? ¿Y textos? ¿Los esclavos escribían? ¿En qué país vivo? ¿Cuántas mentiras hay aquí por develar?

– ¿Como fue el proceso de investigación histórica de la época en la que se passa la novela?

-Existe una serie de fuentes más o menos habituales: diarios de extranjeros que visitaban estas costas, el Archivo General de la Nación, la Hemeroteca, y también un circuito más difícil de recorrer, más estrecho, en donde aparece el tema de la negritud con más crudeza, con menos disimulo, justamente porque el tema de esos circuitos no es la negritud. Por ejemplo, la avanzada que hace San Martín en la batalla de Maipú, utilizando un batallón de 2000 negros y mandándolos a atacar el campamento español por la noche y desarmados, aparece, en los libros de guerra, como una maniobra genial, porque los españoles asociaban la negritud con todo tipo de leyendas demoníacas, y esa maniobra fue lo que garantizó la victoria en una batalla crucial. Esto plantea la famosa tesis de los negros utilizados como carne de cañon. Y de alguna manera la refuta: carne de cañón es una metáfora demasiado inocente para semejante maniobra; se trató, más bien, de una masacre.

– ¿Cual es la principal diferencia entre la esclavitud en Argentina y la esclavitud en otros paises latinoamericanos?

-Existe el mito de que, como en Argentina no había grandes extensiones de cultivos, la esclavitud fue menos sanguinaria. Yo creo que es falso. En primer lugar, sí existían los cultivos, como la caña de azúcar, en Tucumán. Y también la explotación minera o los trabajos terribles en los saladeros y en los mataderos. En segundo lugar, incluso teniendo en cuenta que muchos negros en Buenos Aires fueron utilizados como servicio doméstico, eso no garantiza que la crueldad sea menor. Por dos motivos, primero porque las tareas a las que eran sometidos era de una crueldad extrema: uno de los trabajos de las negritas era entregar el pelo para que las blancas, hijas de los amos, se descargaran una rabieta tirándoselo. Segundo porque, en los casos en que la explotación estuvo tan bien organizada, tan claramente sectorizada, en EEUU, en Brasil o en Colombia, si bien el yugo era terrible, esa misma sectorización alentó quizás la organización, la comunión, la rebelión.

– ¿Cuándo se abolió la esclavitud en el país?

-En 1853 para las provincias del interior del país y en 1860, en Buenos Aires.

– ¿Cómo empezó la desaparición de los afroargentinos y lo qué la causó?

-En principio, habría que hablar de una desaparición muy relativa. Hoy existe alrededor de un diez por ciento de la población con algún ascendiente afroargentino directo. En cuanto a la clara reducción, podría hablarse de tres categorías de razones. La primera, que rápidamente se desmorona, era la que se refiere a desvergonzados mitos como que no aguantaban el clima o que eran proclives a la prostitución y a la mala vida. La segunda categoría refiere a las verdades a medias: fueron carne de cañón en la guerra o fueron diezmados por las pestes. Son ciertas pero vale la pena revisarlas y preguntarse: ¿qué significaba ser negro durante el sangriento medio siglo, o poco más, lleno de guerras de todo tipo, que va desde 1as luchas por la independencia hasta la guerra de la Triple Alianza? ¿Qué significaba ser negro durante la epidemia de fiebre amarilla que asoló a Buenos Aires a comienzos de 1871? Finalmente, la tercera categoría, que es la que manejan las investigaciones más serias y modernas en la actualidad, hablan de la invisibilización que sufrieron y que aún sufren los afroargentinos y, lisa y llanamente, de un genocidio.

– ¿Cómo se siente por haber hecho una ficción para contestar la história oficial?

-Es un paliativo contra la primera indignación. Hay una frase de Mansilla que explica esa sensación. Está en un libro sobre Rosas, en el que, antes de lapidarlo, de explicar por qué se trataba de un monstruo, lo ensalza, lo muestra en todo su magnífica dimensión, como se estilaba en la literatura de la época. Y para esto comienza por decir que su sangre, blanca, era pura, no sólo por escarnación sexual (descendencia) sino por absorción sanguínea (!), es decir, porque fue, excepcionalmente, su madre quien lo amamantó, y no una negra esclava. ¿Y de dónde sacó este prohombre que la teta negra transmite negritud? No se sabe. ¿Era acaso una premisa común entre los científicos de principios del siglo XX? En absoluto. Entonces la indignación que genera semejante y tan caprichosa racismo es grande. Y en algo se atempera esa indignación después de haber respondido.

– ¿A su juicio, cuales serian las contribuciones de los negros para la cultura argentina?

-Muchísimas. Están en la presencia del tambor en el folklore, están en el tango y en la payada, y están en el lenguaje, en el “vos” rioplatense tan nuestro. Una anécdota: al gran pianista Horacio Salgán solían preguntarle: “Pero, maestro, usted, además de gran pianista, tiene algo, algo en el ritmo, a veces pareciera que toca las teclas como si fueran tambores, su ritmo es tan sutil, tan complejo, y a la vez tan contagioso”. “Ah, bueno”, contestaba Salgán, “eso se lo debo a mis ancestros africanos”.

– ¿Dónde es más grande el racismo: en Buenos Aires o el resto del país?

-No creo que haya diferencias destacadas. Hay, quizás, el mito de que en los niveles culturales más altos el racismo es menor, pero muchas veces esto no es más que una fachada tras la cual se esconde un racismo más profundo, de ése que influye no tanto en lo testimonial sino en la acción concreta.

-Dinos, por favor, como y donde vive hoy la población afrodescendiente de Argentina. Y también cual el nivel de la discriminación contra los negros.

-Hay comunidades y también mucha disgregación. Existe la fundación Africa vive, presidida por Pocha Lamadrid, que es un referente de los descdientes de esclavos, y que vive en San Justo, La Matanza, Provinicia de Buenos Aires. Existe los inmigrantes Caboverdianos, que son argentinos de varias generaciones y que tienen una Sociedad Caboverdiana, dirigida por Miriam Gomes. Existen una nueva inmigración africana minoritaria pero ya bastante visible. Y también existe muchísima negación. Una buena porción de la población que tímidamente, recién ahora, hurga en sus ancestros, en sus caracteres físicos, en su cultura, y que reconoce africanismo en su piel y en su alma, pero que hasta ahora se había mantenido, en muchos casos con justificadísimo mecanismo de defensa, en la negación.

– ¿Hay alguna editora brasileña interesada em lanzar su libro?

-El libro es una novedad todavía en Argentina. Espero que alguna editora brasileña se interese. Sería para mí una gran alegría y un orgullo.

– ¿Hay algún cineasta interesado en adaptar su novela para el cine?

-Hay algunas propuestas. Nada concreto por ahora. Pero una opinión generalizada acerca de lo rica en imágenes que es la novela y de lo bueno que sería poder llevarla al cine.

 

Matéria original: A história oculta e esquecida dos negros na Argentina

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