Por Viviana Marcela Iriart
De acuerdo con el censo realizado por la “Fundación África Vive”, en Argentina hay 2 millones de hombres y mujeres de raza negra, descendientes de los esclavos y esclavas de la época de la Colonia, que conviven con 34 millones de argentinos de raza blanca que, misteriosamente, desconocen o niegan su existencia. Para que su existencia se hiciera visible y para reclamar por sus derechos, fue que María Lamadrid, argentina, negra, descendiente de la etnia Zulú de Sudáfrica, fundó “Africa Vive” en 1997, una ONG que durante tres años recibió el apoyo financiero de la Fundación Kellog’s.
Pero su lucha contra la discriminación empezó en su infancia, cuando estuvo pupila dos años en un colegio católico de niñas blancas, clase media alta, y ella era la única negra y pobre. Destino de negra y de pobre, María sólo pudo estudiar la primaria. Después su escuela fue la calle, en la que aprendió tanto que María habla como si tuviera un postgrado en La Sorbona. María fue modelo en la Escuela de Bellas Artes de Buenos Aires y también bailarina. Cuando los dos trabajos se acabaron, María terminó como todas las mujeres pobres, limpiando casas ajenas. Pero le quedó la viva vivida, y las historias.
– Éramos las únicas negras argentinas que bailábamos como las “Mulatas de Fuego”, nosotras éramos las “Multas de Ébano”. Habíamos formado un grupo con mi prima y dos amigas, bailábamos y cantábamos, pero nunca llegamos a más por ser negras, por bailar mejor que las otras bailarinas… Te cuento una anécdota, acá vino la vedette cubana Salma Beleño y pedían negras para trabajar con ella y cuando nos hicieron la prueba de baile nos dijeron que no… ¡porque bailábamos mejor que la vedette!
María se ríe y su risa alegre, contagiosa, llena de vida, es una constante en la entrevista. A esta mujer no le han podido quitar su poderosa alegría ni con doscientos años de discriminación. Y digo poderosa, porque la sonrisa de María es tan hermosa que cuesta creer que alguien pueda negarle algo cuando ella sonríe. Y sin embargo…
El pasado mes de agosto (se hace referencia al año 2002) la empleada de Migraciones del Aeropuerto de Ezeiza impidió que viajara a un congreso en Panamá. El motivo: la empleada dijo que en Argentina no había negros y por lo tanto el pasaporte de María tenía que ser falso. María fue detenida por varias horas. Cuando el “malentendido” fue aclarado, el avión había partido. María viajaba a Panamá a buscar financiamiento para:
1)Retomar el Proyecto Micro-Crédito a las Jefas y Jefes de hogar;
2)Realizar un censo a nivel nacional.
Pero María sabe, como el tango, “que la lucha es cruel y es mucha”. Trabaja ad honorem, y como no tiene otro empleo ni fortuna personal, su situación económica es muy mala. Tan mala como la de su fundación: no tiene cómo pagar los gastos de la oficina y debe varios meses de alquiler… Hasta ahora la única solidaridad argentina que ha conseguido es la de los dueños de la oficina, que le dijeron que no se preocupe por la deuda:{xtypo_quote}cómo no vamos a ser solidarios con vos, si nosotros somos argentinos judíos y también estamos discriminados{/xtypo_quote}
{xtypo_quote}Nosotros somos los primeros desaparecidos de Argentina{/xtypo_quote}
María dice esto sin tristeza. Y esto es lo primero que llama la atención de ella: cuenta las cosas más trágicas con una sonrisa e incluso hasta se ríe de las barbaridades que le han hecho simplemente por ser negra y arentina.
{xtypo_quote}Nos hicieron invisibles, no existimos.{/xtypo_quote}
No hay resentimiento ni lástima en sus palabras: hay un sano y vigoroso orgullo por estar luchando para recuperar la identidad que les fue arrebatada desde el siglo XIX. Pero los negros y las negras argentinas existen y entre los 30.000 detenidos-desaparecidos de la Dictadura Militar hay una chica negra.
– Te voy a contar algo que me pasó. Yo vivo en La Matanza. Y un día fui a ver a un concejal para pedirle una oficina. El concejal me recibe, cierra la puerta detrás de mí y me dice: “esto no se lo podés decir a nadie, mi abuela era como vos pero la teníamos escondida en una pieza”. Cuando esto apareció publicado en la nota que me hizo Clarín (uno de los principales diarios de Argentina) el concejal me llamó y me dijo “¡no vayas a decir quién soy!” Y se ríe.
– María, ¿cómo comenzaste con “Africa Vive”?
– Todo empezó cuando el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) le pide a un americano y a una hondureña que haga un estudio sobre los negros en Latinoamérica. Ellos llegan hasta Uruguay, a Argentina no iban a venir porque les habían dicho que acá no había negros. Pero en Uruguay les dicen que conocen a una negra argentina que estaba armando una organización de a poquito, entonces vienen para acá y me contactan a mí y a Miriam Gómez, que es de la organización “Unión Caboverdiana”. Entonces les damos una charla y les decimos donde están los negros argentinos: en el interior de la provincia de Buenos Aires y en el interior del país. A raíz de ese encuentro nos invitaron a ir a Washington, donde hicimos una capacitación y un estudio sobre los negros en toda Latinoamérica. Durante tres años estuvimos yendo una vez al año al congreso Afro América XXI, donde se juntaban todos los negros de Latinoamérica. Entonces en 1977 fundé “Africa Vive”.
– ¿Cuál era tu objetivo en ese momento?
– Hacer un censo para saber cuántos éramos. Yo lo primero que hice fue hacer un censo de mi familia: nosotros nos llamamos Lamadrid porque los negros llevaban el apellido de sus dueños. Pero mi familia viene de la etnia zulú, de Sudáfrica. Después con Miriam empezamos a hacer el censo en la calle: parábamos a cada negro, cada negra, que veíamos, le preguntábamos si quería ser censado y si decía que sí nosotras íbamos a su casa a censarlo. Esto fue en 1998. Paralelamente le propongo a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, que dicte conferencias sobre discriminación racial y la facultad me ofrece que dicte yo las charlas. Entonces yo les propongo hacer un seminario para Menem, que había dicho en Washington que en Argentina no había negros, para decirle que acá estaban los negros. Entonces me dicen que estaba equivocada, que estaba loca, que no iba a tener repercusión. A los dos días me llaman y me dicen que es una buena idea, que nunca los negros y las negras habían entrado al Congreso. Entonces nos dan el anexo al Congreso y hacemos un seminario de tres días llevando cincuenta negros y negras para que los vieran, para que se dieran cuenta que existían, para que escucharan cuáles eran sus problemas, para que supieran por qué eran invisibles. Y bueno, gustó mucho y tuvimos mucha repercusión. Entonces con Miriam les pedimos que se insertara dentro de la universidad la historia africanistica, ya que ella es maestra e historiadora. Aceptaron la propuesta, Miriam estuvo dando clases hasta el 2001 en la UBA… gratis, porque no le pagaban. Finalmente tuvo que dejarla, porque necesitaba dinero, como todo el mundo.
– ¿Conseguiste financiamiento para la fundación?
-Al principio no, todo esto fue hecho a pulmón, con plata mía. Después apareció la Fundación Kellog´s y nos preguntaron qué proyecto teníamos para que ellos nos financiaran durante dos años. Le presentamos un proyecto sobre cultura, talleres, seminarios. Porque cuando empezamos a juntar a la gente de la comunidad para darles charlas, que eran chiquitas porque era en casas, nos dimos cuenta que la gente necesitaba trabajo. Entonces les preguntamos en qué los podíamos ayudar y ellos nos propusieron hacer telares. Les buscamos un telar triangular, que fuera barato, para que pudieran trabajar en su casa, y les gustó mucho, recordá que estamos hablando de cabezas de familia. El interés fue muy grande, empezamos con diez personas y después fueron cuarenta entre hombres y mujeres. Porque resulta que el hombre descubrió que si la mujer tejía, él podía salir a vender el tejido y así conseguimos que los hombres también se insertaran.
– ¿Los telares son con motivos africanos?
-No, son con motivos argentinos, lo africano todavía no lo hemos podido recuperar. A los dos años se acabó el financiamiento de Kellog´s, porque esa es su política, pero nosotros les pedimos si se podían quedar un año más y ellos generosamente aceptaron y nos pidieron otro proyecto. Entonces les propusimos el Micro-Crédito a las Jefas y Jefes de Hogar, un proyecto que yo había visto en Venezuela y que lo adapté a Argentina y nos financiaron un año más. Primero tuvimos que dar treinta y seis talleres, que duraron casi tres meses, para evaluar a quién y para qué se lo dábamos, porque dábamos hasta 300 pesos por mes. Eso fue muy bueno, porque teniendo ese dinero las mujeres de los telares podían comprarle directamente al mayorista y eso le bajaba bastante el precio. Y nosotras les conseguimos puestos en las ferias artesanales para que vendieran allí los fines de semana.
¿Cómo recibió la comunidad africana-argentina la aparición de ustedes?
-Nos costó. Ellos pensaban que por ahí estábamos comprados por la política entre comillas, que le íbamos a decir: tienen que hacer un piquete, tomen, acá tiene mil pesos. La gente estaba más compenetrada con la política que con la etnia, nos costó mucho, por eso tuvimos que hacer los treinta y seis talleres, también para hablar sobre qué era ser negro, sobre nuestra historia. Nosotras nos enfocamos hacia los jóvenes y al darle el taller a los jóvenes aparecían los padres a ver qué les estábamos enseñando, y entonces empezaban con “yo me acuerdo”, “yo sé esto”… Y todo esto a nosotras nos importaba mucho, porque era la forma de recuperar nuestra historia, de saber por qué no se contaba, de por qué era que no la conservaban.
¿Y por qué fue María?
Se han guardado. Se han guardado en el sentido de que no les gusta que los tilden, entre comillas, de negros. La mayoría vive en la provincia de Buenos Aires y no quieren venir a la Capital por miedo al rechazo. Yo te voy a contar una cosa. En uno de los talleres estaban las jovencitas con sus abuelas y sus madres, y cuando empezamos a decirles que nos teníamos que avivar, que el negro y la negra tenían sus derechos y que no lo sabían, una de las chicas me dijo: “¿y si vos empezáis con todo esto y nos llevan otra vez a Africa?”
¿Es por eso que no los vemos en las calles?
– No nos ven porque nos han borrado, y ellos mismos nos borraron, los blancos.
– ¿Y tú cómo hiciste para revertir ese proceso de negación, de no “existencia”? ¿De dónde nace tu orgullo?
– Primero porque mi tía siempre me decía: “donde vos caminás sos vos”. O sea que yo iba muy orgullosa por la calle pensando que yo era todo. Después tuve la suerte de recibir capacitación en Washington. La primera vez que fui al Congreso Afro América XXI, en 1996, el coordinador nos dijo: “Ustedes tienen que saber que en su país van a tener problemas, cada uno tiene que contar por qué está acá”. Y cada uno contaba lo que le había pasado: nosotros decíamos que éramos invisibles. Él me dijo: “vos tenés que escribirle al gobierno diciéndole quién sos vos, empezá por vos”. Cuando regresé fui a las oficinas del BID en Buenos Aires a buscar apoyo y me dijeron: ” No. ¡Si vos sos una negra sola! ¡qué me venís a decir que querés apoyo!”. Y yo me emperré en que tenía que ir todas las semanas, iba y les decía: “Miren, ustedes saben que me está llegando una invitación y necesito…” Y ellos: “No, no, nosotros no te vamos a dar bolilla”. Entonces me cansé y le escribí al presidente del BID, al que había conocido en Washington, y le dije: “Acá su banco no me da bolilla”. A los dos días los del BID de acá sabían hasta mi sobrenombre, mi teléfono, dónde vivía: “Vení María que te queremos atender, que queremos escucharte”. No es fácil ser una negra que dice que hay dos millones de negros en Argentina, la gente me dice: “¡Vos estás loca! ¡No puede ser!”
– Pero antes de ir a Washington vos ya tenías ese orgullo.
-Sí. Yo cuando empecé a bailar ya tenía ese orgullo. Yo siempre les decía a mis sobrinos que fueran a tocar a una esquina, porque un tambor siempre llama la atención. Y que cuando les preguntaran de qué país eran, le cobraran un peso a esa persona, porque esa persona no sabe que estamos acá, que existimos.
-Le querés cobrar un impuesto a los blancos por haberlos negado. (Risas) Por no saber. ¿Y lo hicieron?
¡Sí! Salimos del anexo del Congreso y cuando la vigilancia de ahí nos vio con el tambor nos dijo: “Acá no se toca, no se baila, ni se pueden tocar tambores”. ¿Así? dije yo. Entonces agarré el primer tambor y empecé a tocar.
¿Tú tocas tambor?
(Risas) No, yo bailo mejor que lo que toco, pero en ese momento el orgullo era tocar y gritar. Entonces fuimos a la Carpa Blanca, que en ese momento estaba frente al Congreso, y nos sentamos ahí a tocar y a bailar el candombe. También estaban los bolivianos y los indígenas con su música. Y la gente les decía: “No, no, queremos que toquen otra vez los negros” .¡Ah! ¿viste? ¡Acá estamos! Y somos argentinos.
– ¿Tienen apoyo de otros organismos de derechos humanos argentinos o del gobierno?
– Ninguno. Pero el año pasado fui a un congreso en Barbados invitada por una señora que trabaja en el BID de allá. Y esta señora dijo en el congreso: “En Argentina a ustedes no los incluyen y tú tienes que pelear para que los incluyan, tienes que mandarle cartas a todo el mundo y tienes que viajar al Congreso que se va a hacer en Sudáfrica”. Esto dicho antes los representantes de todos los organismos latinoamericanos tuvo mucha repercusión. Entonces cuando llegué acá, para taparme la boca, me llamaron del Congreso para darme un diploma de reconocimiento a los soldados negros que pelearon por la independencia. El reconocimiento es para los soldados negros, las mujeres negras tampoco existen para el Congreso Argentino. No existimos, no. Son machistas. Pero bueno, logramos que uno de los jóvenes fuera a Sudáfrica.
-¿Cuáles son tus objetivos a largo plazo?
-Poder realizar el censo en el todo el país, que duraría alrededor de dos años, para el que necesitamos financiamiento, ya que tenemos que viajar a todas las provincias y hacer difusión a través de los medios de comunicación. A corto plazo, conseguir financiamiento para volver a realizar el Proyecto de Micro-Crédito para las Jefas y Jefes de hogar, que es urgente, porque el desempleo en la comunidad es altísimo. También quiero recuperar nuestros orígenes, nuestra historia desde que fuimos sacados como esclavos de Afrecha, porque no quedó nada, nuestro pasado está en la mente de las viejas y los viejos, el día que mueran nos quedamos sin identidad.
¿Has buscado apoyo en la Embajada de Sudáfrica?
Sí, la embajada me está proponiendo que haga un perfil de todo lo que hice hasta ahora, para ver en qué nos pueden ayudar. Lo primero que les pedí es saber de dónde vengo, dónde están las etnias, si pudiéramos conectarnos con ellas y ver si las etnias tienen registro de los esclavos que trajeron para acá.
¿Y no has conseguido fondos internacionales o nacionales para hacer el censo?
No, no. Con la nota que nos sacaron en “Clarín” nos llamaron 40 personas, de Entre Ríos, de Río Negro, de Mendoza… tenemos que mandarles la solicitud para que ellos hagan el censo en su provincia y luego nos manden las planillas. Se armó una cadena. Nosotros vamos a censarnos nosotros mismos.
¿Has tocado puertas y ninguna se ha abierto?
Mirá, no sé si tengo nudillos ya. Pero a mí me interesa hacer el censo por dos motivos: primero, a mí me gusta ir a censar, porque si hay una mujer y vas sola, la historia que esa mujer te cuenta es un libro. Y segundo porque es una manera de cobrarle al INDEC, que es el que hace el censo acá, ir y decirles: “ustedes me deben hasta el papel”. El embajador de Sudáfrica me dijo: “Ustedes están empezando por detrás” ¡Es que por adelante no me dejan! Nosotros les mandamos una carta al INDEC diciéndoles: “por favor pongan un tilde, un cuadradito que diga qué descendencia tiene la persona”
¿Y no quisieron?
No me contestaron. Es como dice el embajador: “vos empezaste las cosas por atrás”. Es como traerlo de los pelos al censo, pero lo voy a traer. Voy a hacer el censo. No hay un No para mí.
¿Y cómo te sientes tú frente a ese silencio?
Mirá, no es cómo me siento… es que ya me cansé de ellos. Entonces busco apoyo en Estados Unidos, porque yo sé que acá el apoyo no lo voy a tener. En Honduras en el 98 se formó Afro-Américas 21, donde están todas las organizaciones latinoamericanas. Yo empecé con ellos y sigo con ellos, porque gracias a ellos es que estamos sobreviviendo, y además me van orientando. Cuando me detuvieron en el aeropuerto se movilizaron enseguida, las organizaciones negras mandaron cartas de protesta a las embajadas argentinas de sus respectivos países, a todo el mundo. Esto que me pasó fue un shock para ellos. Y me dicen: “Qué suerte porque ahora vas a encontrar apoyo”. Hasta ahora lo que encontré son promesas, no encontré más nada. Pero yo sigo luchando básicamente por los jóvenes. Para que a los chicos y a las chicas se les abra la mente, que sepan cuáles son sus derechos y que no se dejen “insultar” (entre comillas) porque son negros. Que no tengan miedo de ir a la facultad “porque no van a saber”, ni dejen de ir a ningún sitio porque “ese no es su lugar”. Esa es mi lucha.
María, ¿tú crees que vas a ganar esta pelea?
Yo te voy a contestar con una frase de Martín Luther King: yo tengo un sueño.
Y con tu coraje, estoy segura de que lo vas a lograr.
Sí, pero no te olvides que a King lo asesinaron.
Pero a ti no te va a pasar lo mismo.
¿Estás segura?
Esta es María Lamadrid. María Coraje. “Nosotros venceremos, sobre el odio con el amor. Nosotros venceremos, algún día será, nosotros venceremos” cantaba Joan Báez en los años 70. Han pasado treinta años y sin embargo la lucha sigue siendo la misma, su canción igual de necesaria. Ustedes vencerán, María. Verás tu sueño. Sin bala de por medio. Esperamos. Deseamos.
La Junta Directiva está formada por María Lamadrid, Carmen Inés Yanonne, Marta Valdés y César Lamadrid.
Entrevista extraída de “Archivos del Sur”
Selección: Nora Martinez
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