Andrés Thompson, fundador de la Sociedad Internacional de Investigación del Tercer Sector, plantea que las ONG tienen que ajustar su agenda a la realidad social
Remezón, replanteo y crisis son sólo algunas de las palabras que Andrés Thompson utiliza para describir el actual estado de situación del tercer sector en América latina. En un momento en el que -según él- los Estados se encuentran en un proceso de reapropiación de las cuestiones sociales, las organizaciones sociales se enfrentan al desafío de adaptarse a una nueva realidad política y económica, y redefinir su identidad.
“En la Argentina además advierto una gran falta de visibilidad y presencia organizada del tercer sector en la agenda pública; una falta de visión compartida de los desafíos del sector, y una falla en el armado de redes y articulaciones. Esto lleva a un anquilosamiento de las formas de actuación del sector, por lo que se sigue dando una actuación social más tradicional, que va desde piquetes hasta proyectitis, es decir todo el mundo corriendo atrás de los recursos de las grandes organizaciones”, afirma convencido Andrés Thompson, fundador de la Sociedad International de Investigación sobre el Tercer Sector (ISTR, sus siglas en inglés) y actual coordinador general del movimiento StreetFootballWorld en Brasil.
Thompson tiene más de 35 años de trayectoria en el sector social desde diferentes roles: militante, voluntario, consultor, investigador y director, entre otros. Nacido en la Argentina, vivió en Brasil, Holanda, Estados Unidos, y actualmente en Uruguay.
De regreso en su tierra natal, invitado con motivo de la VIII Conferencia de América Latina y el Caribe de la ISTR (ver recuadro), Thompson aprovecha para reflexionar sobre el rol que deberían cumplir las organizaciones sociales en un contexto de permanente cambio.
-¿Cuáles son las principales tendencias que vislumbrás en el sector social en los últimos años en América latina? ¿En qué cosas se avanzó?
-Se está dando un fenómeno de reapropiación por parte del Estado de cuestiones de la agenda social que en épocas pasadas habían quedado relegadas, intentando cumplir con sus funciones sociales de manera más agresiva y presente. Esto lo vemos en los programas de reducción de pobreza en Brasil o con la Asignación Universal por Hijo en la Argentina. En todos los países, un poco más marcado en los llamados progresistas, se está dando esta tendencia.
Esta vuelta del Estado ha generado un remezón en las organizaciones no gubernamentales (ONG) en la medida en que muchas comienzan a ver debilitadas sus propias agendas. Hay una cierta crisis de identidad en las ONG, un replanteo que no es un problema de gestión sino de identidad.
Por ejemplo, en Brasil se conformó una red muy grande que se constituyó a través de las comunidades eclesiásticas de base de lucha contra la desnutrición infantil. Gracias a la intervención del Estado y de las organizaciones ha habido un avance muy importante en esta temática y hoy el nuevo desafío en la salud infantil es la obesidad. Entonces las ONG, que durante años estuvieron centradas en la desnutrición, se tienen que adaptar a esta nueva problemática. Son temas que afectan los liderazgos de las organizaciones y su capacidad o no de leer las nuevas realidades.
-¿Cuál debería ser entonces el rol de las ONG en este nuevo contexto?
-Un camino posible son las alianzas entre las ONG y también las intersectoriales. Ha habido un proceso de incidencia de organizaciones sociales en políticas públicas. En Brasil se han generado bases para tener más estabilidad en estas cuestiones, y también se crearon algunas secretarías nuevas, como la de juventud, que no se tocan. La institucionalidad argentina es más precaria para sostener políticas a largo plazo; existen iniciativas muy buenas, de las cuales tenemos la tasa de nacimiento, pero no la de mortalidad.
-Con relación a esta especie de comunión entre el sector social y la política, ¿cómo ve el pasaje de líderes sociales a la función pública?
-Este pasaje tiene consecuencias muy positivas y otras no tanto. En un sentido es positivo, necesario y hay que apoyarlo porque creo que no existe una brecha tan grande entre sus funciones, ya que tienen el mismo propósito, el bien común. Es un paso natural en esos liderazgos que creen que pueden aportar más que su acción territorial en las ONG. En Brasil han pasado muchos cuadros de ONG a política, y esto generó un vaciamiento de liderazgos del tercer sector.
-Para poder tener realmente una incidencia en políticas públicas, ¿no cree que se debería profesionalizar más el tercer sector?
-Este modelo de gestión para ser más eficientes, que en general viene del campo empresarial, lo pongo en duda para el sector social, porque sus fenómenos son tan complejos que no pueden entrar en una planilla de Excel. Entonces lo que yo digo es relajémonos con este modelo de gestión empresarial y veamos realmente qué tipo de profesionalización necesitamos en ese sector, que siempre tuvo la debilidad de tener poca capacidad de gestión para generar proyectos.
-Ya hablamos del rol del Estado y de las organizaciones sociales. ¿Qué lugar les cabe a las empresas en este nuevo entramado social?
-No quiero dar una imagen negativa, pero veo que no se ha avanzado mucho en términos de RSE en los últimos 10 años. Más allá de la RSE, en la Argentina existe una hegemonía de pensamiento que está muy ligada a este momento de crecimiento económico que lleva a que todo lo que se llame crecimiento se aplauda acríticamente. Hay acciones puntuales de algunas empresas, pero no hay un movimiento de RSE que quiera colocar en la agenda pública estos temas. Hay una mezquindad muy grande en este sentido, una miseria del pensamiento de los liderazgos empresarios y del tercer sector. En Brasil, Ethos y otras organizaciones consiguieron instalar el movimiento Jogo Limpio fuera de los estadios para analizar la transparencia en las licitaciones de las obras que se llevarán a cabo para desarrollar los Juegos Olímpicos. No vi ni el 1% de esto en relación con la Copa América acá en la Argentina.
-Se están empezando a desdibujar los límites entre los sectores, dando nacimiento así a iniciativas como las empresas sociales. ¿Le parece que son viables en nuestro país?
-Hay una limitación en la legislación argentina enorme para cualquier empresa social que quiera funcionar, cuando por otro lado hay mucho cuestionamiento sobre el financiamiento del tercer sector. Cuando ellas quieren hacer proyectos lucrativos tienen muchas trabas legales y fiscales. Habría que generar algunos cambios en este sentido, pero no se puede legislar para todos igual cuando existe un gran zoológico de ONG. Casi nada de lo que hay en la legislación argentina en relación con las ONG se cumple hoy.
-En esta misma línea, ¿está de acuerdo con que se regule la RSE?
-Creo que habría que regular a las empresas en su RSE. En España acaban de sacar una ley que establece que ninguna empresa puede hacer propaganda sobre beneficios ecológicos y ambientales de sus productos si no los puede probar científicamente.
La educación de los consumidores en criterios éticos y sustentables debería ser uno de los pilares de la RSE, que también junto con los sindicatos son los que tienen la mayor fuerza para avanzar en el tema. Creo que los mecanismos de coersión son los más efectivos sobre los empresarios para que adopten medidas de RSE.
-¿Cuáles cree que son los desafíos más difíciles del tercer sector en el corto plazo?
-Que las organizaciones adopten miradas más amplias sobre la dinámica social y no se encierren en su propia gestión, que no piensen en corporativizarse, sino en tener una mejor lectura de la realidad social, que se concentren en pensar mejor qué significa todo este proceso de democratización política que estamos viviendo, y qué puede hacer el sector social para aportar lo suyo.
Fonte: La Nacion