Por: Beatriz Aiffil
A Soraya le gusta que la llamen negra.
A mí también.
A Victoria le gusta que la llamen negra.
A mí también.
Soraya y Victoria son actrices.
Yo también.
Soraya ha sido Hipólita*
Yo también.
El Simoncito de Soraya corre mientras ella va detrás de él preocupada porque se le va a ensuciá y la amita la va a regañá. Simón libre.
Mi Simoncito dice adiós, pajarito, te doy la libertad y echa a volar un pájaro mientras yo lo miro cómplice. Simón liberador.
Como a Soraya y a Victoria*, me gusta que me llamen negra aunque la palabra provenga del esclavizador. Mi nombre y mi apellido también, pero a mí me gustan porque los siento míos.
Esta pigmentación y este orgullo vienen de mis antepasados africanos. Hay en mí otras herencias pero mi identidad étnica me ubica sucesora de aquellas personas que fueron traídas como mercancía a América y el Caribe cruzando el Atlántico en las bodegas de barcos negreros. Soy negra de conciencia y de piel. Soy afrodescendiente pues considero una obligación moral reconocer la presencia de África en mi ser, en la historia y cultura venezolanas. Es para mí un imperativo categórico valorar de manera positiva el legado afro. ¿Por qué? Porque se mantuvo en el reino del silencio y la ocultación, el oprobio y la vergüenza. Soy afrovenezolana.
En la Conferencia Regional de las Américas, Santiago de Chile, 2000, preparatoria para la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y formas conexas de intolerancia, Durban, Suráfrica, 2001, los países de la región acordaron denominar afrodescendientes a los pueblos y comunidades constituidos principalmente por la descendencia de las víctimas del comercio negrero y la esclavitud. Forman parte de la diáspora africana en las Américas y el Caribe. Esto con la intención de promover la lucha contra el racismo y la discriminación racial.
Es un acuerdo político internacional para homogeneizar la variedad de nombres que los pueblos negros se han dado a sí mismos. La intención no es separar y mucho menos enfrentar posiciones. Se respeta por ello la autodeterminación de los pueblos, no se prohíbe a los pobladores de una región cualquiera usar la forma con que acostumbran identificarse, así como tampoco se niega el reconocimiento que cada persona hace de sí misma. A mí me gusta que me llamen negra, negrita, negrona, en caso de que sea necesaria la distinción. Y digo como Victoria que soy negra ¡Negra! Ya no retrocedo y avanzo segura. En la Venezuela de hoy, avanzo y espero. Por fin.
Fonte: Lista Racial