Una pregunta que nombra

Por: Alejandro Frigerio

 

Es la primera vez en la historia argentina que se incluye en el Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda (el estudio estadístico más importante del país) una pregunta que dé cuenta de la población afrodescendiente. Si bien esto es un paso adelante en el proceso de visibilización que impulsan las comunidades negras locales, también es cierto que el marco general en que se realizará este estudio -signado por la crisis institucional y el desmantelamiento técnico del INDEC-, pone un gran signo de pregunta sobre las cifras que pueda arrojar.

El miércoles 27 de octubre se realizará el censo 2010. Quizás lo más interesante es que se ha incluido, por primera vez, una pregunta sobre “afrodescendencia”. Este es un hecho común a todos o buena parte de los censos latinoamericanos de este año, ya que los estados han sido en alguna medida obligados a hacerlo por su adhesión a la declaración final de la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y otras formas correlativas de Intolerancia, realizada en Durban, Sudáfrica, en el 2001. Según reza un folleto del Indec, se intenta cuantificar la presencia de los afrodescendientes como “un paso fundamental en la ruptura de la (su) invisibilización histórica y estadística”.

La pregunta que se incluirá, de redacción algo confusa, es: “Ud. o alguna persona de este hogar, es o tiene antepasados de origen afrodescendiente o africano (padre, madre, abuelos/as, bisabuelos/as)?”. Las respuestas posibles son: “si” (dar el número); “no”; “ignorado”.

Diría que, básicamente, la pregunta intenta evitar el uso de la palabra “negro”, por sus connotaciones racializantes y negativas. Continúa y oficializa el uso de la más políticamente correcta “afrodescendientes”, popularizada por los activistas “negros” –perdón por usar la palabra, pero va entre comillas- en América Latina después de la mencionada Conferencia contra el Racismo de Durban.

Procura, además, abarcar dentro de las posibles respuestas positivas a: los afroargentinos pertenecientes a las familias tradicionales que descienden de los africanos esclavizados durante la colonia; a los inmigrantes afro-americanos más recientes; a los inmigrantes africanos actuales y más antiguos (de origen principalmente caboverdeano) y a los hijos y nietos argentinos de ambos grupos.

Y, finalmente, incluir –de manera más importante- a todas las personas que sepan que tienen algún ancestro “negro”, que lo reconozcan y que quieran hacer de este antepasado un motivo para su identificación como “afrodescendiente”, sin importar su apariencia, o sea, sea cual fuere su fenotipo.

Por lo tanto, no se está contando sólo o principalmente “negros” –a individuos considerados fenotípicamente negros, que usualmente sean clasificados como pertenecientes a la “raza negra”- sino a todos aquellas personas que tengan algún ancestro “negro” y quieran identificarse como sus descendientes.

Es claro que muy probablemente la cifra que se obtenga sea irrisoria, por varios motivos que no tienen que ver con la magnitud de la presencia “real” de esta población. Ya que, muchos individuos no son concientes de su afrodescendencia, como hemos dicho los investigadores del tema en reiteradas oportunidades, es muy común que en las familias se oculten las fotos y la memoria de antepasados negros. Y en igual medida, muchas personas, aunque lo sepan, no querrán reconocerlo o no querrán hacer de uno sólo de sus antepasados un motivo de identificación personal. Es decir, la mayor parte de los censados no va a saber qué quiere decir “afrodescendiente” o qué significa serlo.

Para aclarar este punto se debería haber realizado una buena o al menos adecuada campaña de sensibilización e información sobre la pregunta. La campaña comenzó muy tarde, y por motivos económicos se va a hacer un uso escaso o nulo de los medios de comunicación masivos.

La pregunta sobre afrodescendencia -como la de pertenencia a pueblos originarios, o sobre personas con discapacidad,- no se realizará a toda la población. Estas tres preguntas, y otras más, están incluidas en el “cuestionario ampliado” que sólo se aplicará en comunidades de menos de 50.000 habitantes y áreas rurales. En las de más de esa cantidad, sólo a una muestra (10%) elegida de acuerdo a determinados criterios estadísticos.

Ahora bien, mucho más allá del cómo se está organizando o se va a realizar el censo –que provoca debates entre especialistas debido a la controvertida situación del INDEC y entre militantes afrodescendientes por cuestiones de su grado de injerencia o no en el proceso- lo importante es el para qué se está incluyendo esta pregunta, y si era necesaria.

Algunos expertos en estadística, siguiendo el sentido común argentino y académico no especializado en el tema, dicen que la inclusión de la pregunta no se justifica porque los afrodescendientes “constituyen una parte pequeña de la población, lo cual dificulta aún más su captación y su estimación confiable a partir de una muestra” (documento de la Asociación de Estudios de Población de Argentina).

La experiencia en otros países, sin embargo, indica que sucesivas mediciones de afrodescendencia van brindando números cada vez mayores, o sea que crece con el tiempo el número de individuos dispuestos a reconocerse como “negros” o “afrodescendientes”. No sabemos si esto se debe a que la estigmatización de la condición racializada se hace menor, o a que aumenta la voluntad de los individuos de pagar el costo social que la identificación acarrea, o tal vez a que reconozcan que de todas maneras pagan este costo diariamente y entonces por qué no reconocerlo en el censo o en las encuestas regulares de hogares que se realizan. Así es que las estimaciones de la población afrouruguaya se duplicaron en la última década o dos y algo parecido sucedió con la población afrocolombiana –cito de memoria, aclaro.

La población argentina cuyo fenotipo es considerado como perteneciente a la “raza negra” ha sido históricamente estigmatizada, discriminada y, en los últimos cien o ciento cincuenta años, invisibilizada. Visibilizar y colocar a estos individuos como sujetos merecedores de determinadas políticas de acción afirmativa es una cuestión básica de justicia social.

Ahora bien, excediendo este círculo probablemente no tan grande de “negros” (argentinos de distintas generaciones, inmigrantes de diferentes orígenes) hay otro mucho mayor de individuos que en virtud de esa afrodescendencia son considerados no-blancos (o no- suficientemente-blancos: “negros cabeza”, “negros villeros”, “negros de m…”) y también son sujetos a prácticas discriminatorias. En el medio laboral por no poseer “buena presencia”, en encuentros con la policía por “portación de rostro”, por nombrar las formas más comunes de la discriminación en nuestro país.

Este tipo de discriminación y prejuicio es -como todos sabemos, pero no todos queremos reconocer- muy común y contribuye en medida todavía no conocida, a la creciente desigualdad y fractura social. Basta ver los rostros de los más pobres entre los pobres para ver las coincidencias fenotípicas. No todos los pobres “oscuros” son afrodescendientes, pero muchos sí. Empezar a aproximarnos cuantitativamente a esta variedad cromática y reconocer el rol que ella cumple en la reproducción de la desigualdad social –a través de la correlación entre afrodescendencia e indicadores de pobreza- es un primer paso importante en la lucha contra la discriminación.

 

 

Fonte:  Lista Racial

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