“Los negros españoles necesitamos construir nuestra memoria colectiva”

Esta semana, sobre todo en EEUU, han vuelto a resonar en su 50º aniversario el famoso discurso de Martin Luther King y su reivindicación por la igualdad de derechos entre negros y blancos. Sin embargo, aunque menos conocidos, muchos negros han escrito también parte de la historia en España. Desde su presencia en Al-Andalus hasta la protesta de los Panteras Negras en la década de 1980, pasando por siglos de esclavitud.

por EDUARDO MURIEL

Abuy Nbufea (1973) nació en la excolonia y exprovincia española Guinea Ecuatorial, pero lleva desde los nueve años viviendo en España. Este periodista y activista del movimiento negro cree que la inmigración y las minorías raciales tienen que crear sus propias estructuras en forma de organizaciones sociales para, igual que otros como el movimiento feminista o LGTB, influir en la agenda política y lograr así la representación que se merecen.

¿Tiene España una historia negra?

España tiene una historia negra desde hace mucho tiempo. Últimamente ha habido iniciativas a nivel legislativo en la dirección de una recuperación de la memoria histórica, pero también libros sobre la corona española y el tráfico negrero, entre otras. La historia negra española existe desde la fundación del Estado y ha tenido continuidad hasta hoy en día.

Desde luego, es anterior a las pateras y a la inmigración y tiene que ver con el colonialismo y el proceso histórico de España. Obviamente la inmigración también es una parte más, sobre todo en las últimas décadas, pero es una parte mínima, aunque tenga mucha repercusión mediática.

Incluso Guinea fue durante un tiempo una provincia española.

Así es. España adquiere este territorio como un puerto mercante de esclavos para América Latina. La esclavitud era regulada por el Patronato Indígena, que era una institución de América Latina, la última del esclavismo, por la cual los negros eran considerados menores de edad. El Patronato, que se fue aboliendo gradualmente hasta épocas recientes, establecía que eran ciudadanos de pleno derecho los negros llamados emancipados plenos, que venían a ser la burguesía negra, con poder, aristócrata, de Guinea Ecuatorial. En esta colonia hubo un verdadero apartheid. Los negros no podían ir a ciertos espacios, salvo aquellos que tenían ese estatus de élite.

¿El fin de la época franquista supuso mejoras para la población negra?

Casualmente, la llegada de la democracia fue lo que más la invisibilizó, porque en ese momento España entró en una fase de proyecto nacional que apuntaba a definirse como un país europeo. La cuestión negra entraba en contradicción con esas aspiraciones. A través del gobierno del PSOE y otros líderes europeos socialdemócratas como [el alemán] Willy Brandt, se hicieron políticas cuyo principal interés eran ser parte de la Unión Europea. Los negros españoles fueron invisibilizados y se le convirtió en inmigrantes, en extraños a la idea de España. Eso tuvo como consecuencia la potenciación de los grupos de extrema derecha.

Los negros españoles no tienen un marco identitario, una memoria colectiva en el país. Y la necesitan. Las leyes de educación han obviado esa parte de la historia, se ha educado a la población en un desconocimiento del tema. Huellas de la presencia negra en España se pueden encontrar en la literatura clásica española, como en El celoso extremeño, de Cervantes, o en el Lazarillo de Tormes. También está aquel infante de Flandes [en la obra El valiente negro en Flandes, de Andrés de Calamonte], que era un oficial negro del ejército de España que luchó en Europa y en Portugal, una historia basada en hechos reales. De repente, en la democracia todo eso desaparece. Los museos de historia colonial de repente desaparecen. El archivo de documentos coloniales queda en manos privadas, el Estado se deshace de todo. Incluso la historia tan cercana con Marruecos se convierte en algo extraño.

Pero no sólo eso. En los años 60, España trajo a población de Cabo Verde para trabajar en las minas y en la pesca. Esas personas, a principios de los 80 son gente que participa en las movilizaciones de los mineros. Sin embargo, la democracia nunca le ha dado un carácter de visibilidad a esas personas. Y no sólo ha habido negros de procedencia africana, sino también latinoamericana o incluso de EEUU.

¿Qué avances se están consiguiendo a día de hoy?

Muchos de los negros que han logrado entrar en algún nivel de las instituciones, procedentes de las capas más intelectuales y burguesas, desgraciadamente no se han hecho eco de las reivindicaciones de los negros corrientes. Se han hecho parte de las estructuras de poder.

Con el Gobierno de [José Luis Rodríguez] Zapatero, hemos luchado por que los negros tuvieran más poder en la radiotelevisión pública y conseguimos que se incluyeran dos programas en Radio 3. Pero es más fácil encontrar información en La Razón, Intereconomía o ABC sobre negros que en esos programas, que dirigen gente como Frank-T o El Chojín. Al final, se convierten en programas de raperos, que no hablan de la cuestión negra. Lo que transmiten a la sociedad es que no están ahí por los negros, sino porque son profesionales del rap. Es la historia de la meritocracia. Esto es lo que ha hecho que no tengamos representación.

Es positivo el caso de la alcaldía de Juan Antonio de la Morena, alcalde negro de Villamantilla (Madrid) por el Partido Popular, y otros de concejales. Desgraciadamente, los negros en España han tenido una posición bastante reaccionaria con respecto a la propia gente que le ha hecho llegar a puestos de responsabilidad. No resuelven la problemática, es lo que nosotros llamamos poder blanco en caras negras.

¿Cómo ha vivido la comunidad negra el movimiento 15-M?

El 15-M es un movimiento en el que han participado muchos jóvenes negros. Acamparon en Sol, estuvieron viviendo en el hotel ocupado, han sido activos en las asambleas. Y sirvió para despertar la conciencia de mucha gente, incluida la juventud negra.

En algún aspecto tuvo un doble impacto. Por un lado, despertó a muchos jóvenes negros pero, por otro, les impidió dar el paso de la organización. Todo eran manifestaciones continuas, la gente sólo esperaba a la próxima convocatoria. Pero bueno, en general fue positivo. A los jóvenes negros les dio una conciencia del problema político. Les sacó del círculo de la fiesta.

De todos modos tratamos de hacer una lectura no catársica, sino más bien política del 15-M. Pese a las contradicciones, el balance general es que fue un revulsivo para la democracia. A partir de entonces, se ve incluso en las redes sociales, que hay mucha gente joven afro hablando, criticando, interviniendo en debates, y en eso también ha tenido que ver la posibilidad de reivindicar lo que pasó con la Primavera árabe en el norte de África.

En cuanto al debate de las instituciones, EEUU tiene un presidente negro. ¿Supone eso un avance real para el negro de a pie?

En EEUU la llegada de Barack Obama tuvo una consecuencia parecida a la que ha tenido el 15-M. Fue un chute de adrenalina, de autoestima para la población negra e hispana.

En realidad, a mí Obama no me ha decepcionado porque nunca tuve una esperanza de que él pudiera acabar con los problemas reales de los negros. Nunca pensé que podría acabar con las cárceles llenas de negros, ni con la violencia policial, pero hice campaña por Obama, apoyé su candidatura, a pesar de que mi candidato era la mujer negra de Los Verdes Cynthia McKinney. Entendí que Obama era un revulsivo para seguir haciendo lo que veníamos haciendo.

Desgraciadamente, mucha gente pensó que la situación iba a ser diferente, pero realmente la primera señal del Gobierno de Obama fue darle dinero a los chicos de Wall Street, no a las empresas públicas. Luego, en su propia administración sólo nombró a una mujer latina, cuando el voto latino había sido mayoritariamente a favor de él.

Luego hubo una desmovilización del Coffee Party frente al Tea Party. Obama, tenía la necesidad de demostrar que no era un negro radical. Todos los negros que llegan a la administración hacen lo mismo. Aquí en España es igual. En cualquier sitio donde hay un negro al frente, lo primero que hace es decirte: “Yo no te atiendo porque seas negro, ¿eh? Atiendo a todo el mundo por igual”. Lo que hacen es mandarle un mensaje al poder blanco de que ellos son gente buena, que pueden fiarse de ellos. Al hacer eso desmovilizan a la gente que realmente les apoya.

Los hispanos y los negros que votaron por Obama lo hicieron porque pensaban que él iba a hacer una administración donde ellos estuvieran presentes. Y lo primero que hace Obama es nombrar a Hillary Clinton, que representa a Washington, al establishment de toda la vida. Luego nombró al ministro de Justicia, que es un negro, y él no ha podido hacer que el juicio a [el adolescente afro asesinado por un capitán de vigilancia en un barrio blanco de Florida, EEUU] Trevor Martin se repitiera. ¡Y el ministro de Justicia había sido víctima del Ku Klux Klan! Esa tendencia de la élite negra a tratar de mostrar que ellos pueden ser normales les lleva a alejarse de su propia gente. Al final, cuando vas a una institución te ayuda más el blanco que el negro.

Presentan a los negros que protestan como unos tipos radicales, extremistas. Pero la misma historia dice que si no hubiera habido movilización, el Congreso no habría aprobado los cambios que ha habido hasta ahora. Y cuando en Cataluña por ejemplo los negros que se han metido en movimientos sociales, cuando la comunidad negra es agredida como ha pasado en el desalojo de Cal África, esas organizaciones no tienen capacidad para responder, porque algunos de ellos son parte de CiU y no han sido capaces de decirle al alcalde que los realojara. Entonces, ¿de qué sirve tener una posición si no sirve para tener un cambio real en la realidad? Las propias instituciones han acabado con los movimientos porque han captado a sus miembros. Desaparecen.

¿Quién asume mejor a los negros en España, la derecha o la izquierda?

Históricamente la derecha es pragmática. Si los negros son rentables, son rentables. En Europa, la derecha ha sido marcadamente clasista y racista, pero busca también un marco de prioridades, de rentabilidad del proceso político. Mientras, la izquierda se centra demasiado en cuestiones como el género, la clase, los sindicatos… y con el tema del género tiene un tabú. Le produce yuyu.

Cuando son zapatistas con pasamontañas ya es otra cosa. O Chávez. Sin embargo el chavismo y el proceso indígena en Bolivia han cobrado importancia porque han tomado poder. Ha costado ver su importancia. En ese momento la izquierda se ha dado cuenta de que la cuestión étnica es importante. Pero eso no tiene que pasar sólo en América Latina, también aquí. Estos gobiernos han hablado de un socialismo del siglo XXII donde la representatividad tiene que ver con la mayoría social. Ésta no se puede ignorar. No puede pasar como en Brasil, donde la mayoría social negra no tiene representación en el parlamento. Eso sí, vas a las cárceles y está lleno.

Entonces, esto tiene un marco mucho más serio de lo que nos creemos. La derecha no tiene complejos. Si tiene que ser racista, es racista, no se anda con debates de que si éste es subsahariano u otra cosa. Y luego tiene la parte de la democracia cristiana, que es su lado de misericordia, asimilacionista, que en su base es en realidad colonialista.

Aquí en España con los latinoamericanos se notan las diferencias. Un latinoamericano no indígena que llega a una buena posición no es cuestionado. En cambio, si llega un negro lo primero que le dicen es: “Oye, qué bien hablas español, ¿de qué país de África eres?”. A lo mejor es de aquí de toda la vida, o latinoamericano, pero por su aspecto físico le relacionan con algún país africano.

¿Hasta qué punto es culpa de las instituciones que no haya presencia negra y hasta qué punto es responsabilidad de los negros?

La gente no entra porque son estructuras cerradas, siguen una lógica neocolonial. Franz Fanon lo explica muy bien. La construcción del otro la hace quien tiene el poder. La UE aprobó un protocolo que implica que en las zonas donde haya una población étnica, en todas las instituciones de ese lugar tienen que estar representadas. Pero no se cumple.

Un ejercicio muy fácil es ir a un supermercado en [el barrio madrileño] Lavapiés. Verás que el establecimiento está lleno de clientes inmigrantes, pero todos los empleados de cara al público son españoles y blancos. Si hay inmigrantes contratados en estos sitios es de espaldas al público, de limpiadores, por ejemplo. Lo mismo pasa en las instituciones, en los medios de comunicación, etc.

Pero yo prefiero también poner la responsabilidad en los negros, porque apelar todo el rato a los demás en el fondo es una manera irresponsable de actuar. Los jóvenes negros quieren viajar, andar por ahí de fiesta, pero se olvidan de que, para ellos ahora puedan estar en la calle, hubo gente que en su día enfrentó el fascismo y el racismo, para que ellos tuvieran esa libertad. Pero no militan, es todo consumo. Cuando se cansan, se van a trabajar a otro país, a Alemania o Reino Unido. Al volver, se encuentran la misma realidad que dejaron. ¿Quién va a cambiarla si no lo hacemos nosotros?

Ahora, cuando el problema les afecta individualmente, entonces se indignan. Cuando a Samuel Etoo le llamaron negro en un campo de fútbol se escandalizó. Pero antes de eso su hobby era coleccionar coches de lujo. Él sólo ve el racismo en él, no en otra gente. Tenemos que exigir a las organizaciones que se abran a los negros, pero también tenemos que crear nosotros el marco. Iniciativas como el Parlamento Negro, Radio África, el Foro Social de la Comunidad Negra, son necesarias. No vale decir que el blanco nos oprime. Eso no resuelve nada. Lo que resuelve es un marco organizativo.

 

Fonte: Lamera

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